30 de noviembre de 2011

Historia de una Esperanza


RADIO LA TROPICAL AM 1610KHz

Primera Parte

Había salido del nido, tenía un pequeño taller de Radio Reparaciones. Una tarde cualquiera llaman a la puerta y un huracán de verborrea coherente se instala en ella a exponer la causa y la razón de su visita: “Soy el Director Propietario de Radio emisora La Tropical de la Pincoya*, le solicito algún tipo de colaboración relacionada con la actividad, sea esta material o intelectual… un viejo tocadiscos, válvulas de radio, resistencias, condensadores, tester, alguna grabadora que usted no ocupe, circuitos, almanaques… cualquier colaboración me será de utilidad… estoy recomenzando después haber sufrido en una operación de la CNI* el decomiso de todos mis materiales y herramientas su colaboración me resulta de vital importancia…”


Así comienza el inicio de una amistad que se prolongaría por años con un ser humano poblado de desequilibrios y grandezas… sufrimientos, agonías y excentricidades…

Se fue de casa cargado con materiales, un viejo tocadiscos, una pequeña grabadora de casettes y otros elementos de radio… Por aquel entonces (1979) no dimensionaba el peligro que esto significaba. La Dictadura Militar hacía estragos con los disidentes o cualquier forma de expresión independiente, y yo volaba junto a mis ideales sin apreciar la magnitud de lo que había hecho.

A la noche siguiente y ha la hora convenida escuchaba “La Tropical” en el 1600 Kilociclos con muy buena señal y un audio pastoso y antiguo. En algún momento podían suceder muchas cosas: micrófonos abiertos que delataban la precariedad del sistema, emergiendo desde el fondo de una llorada y lastimera canción los improperios contra el perro que orinaba la puerta de los estudios, o una discusión acalorada sobre las deudas que mantenían algunos comerciantes con los pagos de publicidad, y cosas peores que estas aun. Sexo, garabatos, insultos de toda clase y ruidos variados y desconocidos en su origen…

Esa era la AVENTURA de escuchar La Tropical. No se sabía qué venía después. Todo era impredecible. Su Director propietario, dueño de un torrente de ideas vertiginosas, arriesgadas e imparables, podía en cualquier instante detener la marcha de un disco e irrumpir pidiendo una ambulancia para una parturienta o hablar sobre el estado de la misericordia humana por horas. Las propagandas, parecían sacadas de viejas revistas de los años 20… todo parecía fuera del tiempo, extemporáneo… surrealista.

Un buen día acudí a una invitación para visitar la radioemisora. Estaba, en aquel tiempo emplazada en un sector de Santiago considerado pobre, cuna de delincuentes y drogas, sin teléfonos públicos, mala locomoción, y un ambiente claramente hostil hacia los visitantes extraños. Siempre amparado en una especie de candida inocencia (que ya creo haber perdido completamente) llegue a los estudios y planta transmisora.

Quedé perplejo. Una pequeña pieza de madera rustica, sin ventana, el piso era de madera y en un rincón se notaba claramente que habían cortado las tablas sobre el suelo para enterrar la barra de cobre que haría las veces de tierra eléctrica. Una cama atiborrada de discos y cintas de grabaciones, papeles y algunos elementos de cocina, así como también cumplia la misión de sofá para atender a las visitas. Frente a la cama una mesa precaria, sobre ella en un costado, el transmisor construido sobre un chasis repleto de perforaciones y elementos distribuidos sin lógica mecánica… dos cables se elevaban unos 50 centímetros sobre el transmisor, y llegaban hasta la bobina del circuito de acoplamiento principal, la cual (de proporciones bastante grandes) colgaba amarrada a una cuerda plástica desde el techo. No había equipo mezclador. Bajo la superficie de la mesa una llave de cuatro posiciones direccionaba el micrófono, o la grabadora de casete, o el tocadiscos, o todo lo anterior, también un brasero de carbón. Un mantel de nylon protegía una parte de la mesa… Una tetera, ollas, platos, unas tazas humildes… algunos diarios. Un calendario pegado en la muralla. Desde el patio un mástil de madera de escasa altura sostenía un alambre que recorría el cielo hasta una casa próxima… esa era la antena… 30 o 40 metros, aproximadamente, y miles de toneladas de energías que latían desde el pecho de su Director Propietario: Herbert Sigerkoul Abarca.

Herbert tenía un carné de Radio Operador de Planta Clase 1 ( o de primera categoría), había trabajado en diversas Broadcasting: Radio Balmaceda, Radio Cruz del Sur, Radio Nuevo Mundo, entre otras. Había sido Radioaficionado desde muy joven y su permiso sancionado de por vida, con una suspensión permanente. Causas: su locura.

  • La Pincoya: Barrio popular y modesto en el sector Nororiente de Santiago, ubica en los faldeos de cerros precordilleranos.
  • * CNI: Central Nacional de Informaciones ex DINA (Dirección de Inteligencia Nacional). Aparato represivo de investigaciones sobre grupos, entidades o personas disidentes al régimen militar.

(Segunda Parte)

“Hago un llamado a los pobladores de La Pincoya y alrededores, taxistas y colectiveros, a defender su radio. Esta Radioemisora que ha sido el único puente de servicio y ayuda para la comunidad postergada, mañana será confiscada y clausurada, necesitamos firmas y la defensa de nuestra radio… este es un llamado a todos los vecinos… mañana llegará personal del servicio de Telecomunicaciones y Carabineros a clausurar esta radio de utilidad publica… ”

Con esta proclama, a la mañana siguiente las fuerzas del orden y de la Secretaría de Telecomunicaciones no lograron traspasar las barricadas y las más de 3000 personas apostadas en las dos únicas entradas a ese sector (avenida Recoleta y El Salto) salieron victoriosas… y Herbert, su director propietario.

Visitas de militares y autoridades no lograron disuadir la empresa. Pero La Tropical, en busca de apoyo popular se interna en una comuna tal vez menos peligrosa… a esa altura ya era por todos conocida… Su Director Propietario había sido entrevistado en casi todos los medios escritos de Santiago, yo personalmente recibí un recorte de una revista Venezolana que hacia nota de esta Radioemisora Ilegal o Clandestina (de clandestina no tenía nada), Fue entrevistado por diversos medios de comunicación, incluido Sábados Gigantes… recibió ayuda de diversos sectores. El excelente pianista Claudio Arrau dona una buena cantidad de dinero y una valiosa colección de música clásica… otra gente cree en las actividades del genio descontrolado y regala micrófonos, ecualizadores, mezclador, grabadoras, etc. Decía que La Tropical emigra a la comuna de Renca.

En un operativo concertado, miembros del MIR * asaltan los estudios de diversas radioemisoras de Santiago, Valparaíso y Concepción… y también los de Radio La Tropical. El resultado de esta acción deja como saldo la muerte de dos personas. Un miembro del MIR y un detective de Investigaciones de Chile, quien al percatarse de la acción, ingresa a la modesta radio y dispara contra un miembro y en el enfrentamiento resultan ambos muertos.

Desde ahí en adelante las cosas se complicarían para el país y para Herbert.

Comienza el éxodo. Herbert escuchaba promesas cargadas de mentiras y las creía. Se instala en Salamanca (Cuarta región).

Tiempo más tarde es literalmente expulsado por el Alcalde. Regresa a Santiago, la dictadura militar se juega sus últimas cartas y Herbert en un acto desesperado apoya a Pinochet… se juega el todo por el todo, el único fin: obtener una concesión radial y algunos militares de la época se la habían ofrecido, a cambio de publicidad y la junta de 1000 firmas que pidieran legalidad a la radio.

Se instala en la localidad de Lampa (zona al norponiente de Santiago)… ahora solo emite en FM. Comienza la época en que los Evangélicos comienzan a ocupar todos los medios disponibles para predicar su doctrina. Se le ve feliz y confiado en que Su irrestricto apoyo a Pinochet le otorgará el cumplimiento a su más preciado sueño.

Gana algo de dinero. Lo puedo ver con su pancarta: “La Tropical firme con su presidente…” frente al actual edificio Gabriela Mistral, pero nadie acude a firmar el cuaderno donde reunirá a los adherentes para continuar en “el aire”. También puedo ver el cuaderno después de la derrota del SI*… una página arrugada y sucia… 18 firmas.

Abandona Lampa y encuentra en Til Til un lugar desde donde emitir con algo de tranquilidad, son tiempos de cambios y de “vista gorda”.

*MIR: Movimiento de Izquierda Revolucionario, grupo armado que combatió a la DictaduraMilitar.

(Tercera Parte y final)

Til Til fue un tiempo de bonanza y cierta tranquilidad. Transmitía nuevamente en onda media, en los 1610 kilohertz .

Recuerdo nuestras conversaciones: electrónica, física, religión, filosofía, política, moral, radio, ideas, astronomía, biología, eran saltos circenses, descalabros irreverentes, pero nunca fuera de la lógica tradicional… era como descender en un bote sin remos por un río caudaloso… un discurrir eléctrico de la palabra. Para mi no era posible dos días seguidos de caminatas intelectuales a la velocidad que Herbert viajaba por las cumbres del pensamiento alineal.


Mi última visita a aquel lugar fue penosa. No quiso atenderme. Estaba tirado en posición fetal sobre su cama, en penumbras, se enderezó pesadamente, miró mis ojos desde un cansancio profundo y me dijo: “Nunca podré devolverte todo lo que has hecho por mi…. Gracias y márchate”.

Luego, una larga temporada en el infierno en un manicomio. Drogas, tratamiento, electroshok.

Fue dado de alta, o se escapó (no lo sé bien) y se estableció en Llay Llay. NuevamenteLa Tropical en “el aire”.

Desde aquella vez en Til Til, dejé de verlo alrededor de 20 años. Volvimos a reencontrarnos y al sabor de dulces Tes y panes amasados caseros me puso al corriente de su pasado itinerario de viaje. “ahora soy: La Loca de la Radio, así me dicen en Llay Llay y alrededores”, me dijo.

Ahí estaba impávido, el mundo ya no existe para él… al menos ya no predominan las ideas del mundo en su cabeza…. Ahora predominan su propias ideas… el pelo rubio platinado, sus enormes anteojos con grandes cristales de miope sin vuelta, un vestido rosado de tela brillante, cartera, una mochila, medias estilo monjas de los 70 y bototos, los labios pintados, aros, y una velocidad de pensamiento inalcanzable.

Se marchó al otro día… por la mañana había arrojado por la ventana de su habitación cientos de papelitos. Cuando le pregunté porque lo había hecho, me dijo: “lo arrojé al viento, para celebrar la llegada de un nuevo día… en verdad eran unos poemas viejos.”

Me quedé llorando el resto de la tarde. El se fue con una bolsita con algunos transistores y elementos electrónicos de regalo.

Epilogo:

He vivido, y leído historias de Radios Clandestinas, Experimentales o Piratas, de sus creadores, pero ninguna me ha sobrecogido tanto como la de “Radio Tropical” y su "Director Propietario". Tal vez porque lo conocí de cerca o porque ha sido la historia de una Esperanza y de un Loco, que caminó amarrado a mi corazón durante años… un espejo desde donde sus reflejos me hablaban de mi falta de valor y de un exceso de lógica para entender las cosas, no lo sé. Herbert Sigerkoul Abarca es un gran Hombre disfrazado de mujer… un rebelde llevado hacia el extremo de una esperanza que no está perdida.

Todos los antecedentes registrados son reales y lo más fieles posibles a los sucesos relatados. Existen en diarios y existen videos de la época con registros de los antecedentes expuestos.

Nunca tiré una sola fotografía y no lo lamento. Hubiese deseado haber sido parte activa en esta historia, pero mi cobardía siempre pudo más.

Este relato es injusto, hay cientos de historias paralelas que se tejen alrededor de esta radio, ricas en contenido. Pero sería extenso, tal vez de ahí pueda nacer una novela , pero no puedo terminar sin referirme a quién ha sido la Compañera de Herbert, mujer humilde y valiente, de un corazón extraordinario: Sofía, su esposa.

Ellos conocen el hambre, la pobreza extrema, la violación no solo física, sino a todos sus derechos, la enfermedad, el amor, el desamor, dormir en la calle, exiliarse, arrancar de aquí para allá.

Las Radioemisoras Ilegales son una acción creativa y rebelde que generan quiebres permanentes y también son un grito de auxilio. Nadie las acallará jamás.