31 de marzo de 2016

ARROGANCIA.
Durante cuarenta años participé en 1759 combates y los perdí todos a fuego cruzado. Me enfrenté a tiros con la mediocre mafia humana. Naufragué en 17 oportunidades. De tanto encierro leí las líneas de la mano, signos estelares, y demasiados libros de caballería como don Alonso Quijano. Encontré muecas con forma de una mala sonrisa. Escuché juramentos baladíes, promesas de amor sin fondo, palabras ahogadas por silencios, miradas esquivas, perfumes baratos, piedras con forma de buenas intenciones, veneno en el olvido, poetas indignos, ángeles caídos, besos sin colores, sexo corrompido, mariposas muertas, caminos sin salida, ojos ciegos, muralla en los oídos, frío en el corazón de los que amé, agua desbordando los ríos, dulce amargo en las horas dulces, pasos perdidos, polvo arriba de los muebles, y una pistola con sus balas hambrientas.
Entonces, aburrido de tanta ignorancia, me vestí de Hombre y apreté el gatillo. Centenares de pajaritos volaron hasta sus nidos. Comenzó a llover. Decidí tomar la arrogancia y la soberbia para matar el tiempo. El mundo se cae a pedazos por exceso de humildes que lo permiten todo. Todo.
A quién le importa la riqueza estacionada frente a un vagabundo. Los perros de la ciudad se mueven dispersos por el hambre y a veces una mano amiga los confunde. Un hombre quiere saltar desde el piso 50. Abajo el mundo hipnotizado lo espera. Dios no lo puede creer.
La señorita Sonia no sabe mentir, la verdad se le escapa a borbotones y tapa su crucigrama con el cuerpo de Luis, y Luis sí sabe mentir, prende la radio y escucha: “Quien dijo que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón…”. Y sueña de la mano de su droga cada noche. Es solo uno coma cinco miligramos, pronto serán dos, más ella tres. No sabe sacar cuentas la señorita Sonia. Todavía cree que no hay nada más que hacer. El gato los mira desde la silla que rompieron cuando el rasgó su vestido blanco estampado con pequeñas rosas rojas. Las flores del mejor jardín fueron alimento para la falta de coraje.
Entonces aburrido de tanta ignorancia, me visto de Hombre y aprieto el gatillo. Gano mi primera batalla y los dejo allí, tirados sobre el piso, sonriendo y creyendo que están vivos.